El diablo está en los detalles… digitales

 “Celebrando missa el mismo San Martín, ayudáuale Bricio, que era de pequeña edad, y después fue obispo y santo. Este vido al Demonio en contrario del altar que estaua escriuiendo todo lo que allí passaua y contradecía a aquel lugar sagrado, como palabras ociosas, risas desordenadas, y impedir el oficio divino. Escriuíalo en vna piel de carnero, y por auer mucho que escriuir y acabársele la piel, estirola con los dientes, y rompiéndose, diose en la pared vna mala calabaçada, en aquel cuerpo hecho del ayre  en que se mostraua, de lo qual Bricio se riyó mucho […]”

Alonso de Villegas, Fructus Sanctorum, Discurso 69, nº 12 BNE U/2378 h. 20v.

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[El Emperador Maximiliano I en misa] [Detalle] BNE Invent/42809
¿Quién es Titivillus? Es el demonio notario de la distracción, quien hace acopio de los errores cometidos, ya sea por los clérigos al entonar los cantos, rezos y salmos, ya sea por los feligreses que chismorrean “ociosa verba” en misa, en lugar de recitar con entrega el oficio divino. A través de los sermonarios medievales sabemos que este diablo toma buena nota en su pergamino de todas las sílabas y palabras omitidas, pues son palabras sustraídas a Dios, y pueden aducirse como prueba contra los difuntos el día del Juicio Final. Titivillus también es citado como el diablillo que distrae de la liturgia de las Horas canónicas a religiosos y seglares. Por último, y por una tradición ya más bien decimonónica, es también quien provoca las múltiples erratas de los copistas e impresores.

Titivillus, Tutivillus, Titivillo, Titellino… ¿Cuál es el origen de su nombre? La etimología de la palabra no está clara, pero todos los estudiosos suelen concluir que su origen se hallaría en la Casina de Plauto: “En efecto, el dramaturgo romano Plauto, conocido en la Edad Media en ambientes escolares, utiliza la voz “titivillicium”, con el sentido de menudencia o cosa de poca importancia, en un diálogo de su Casina”, 2, 5 39 (Jennings, 1977, pp. 36, Montañés, 2015, pp. 13).

Non  ergo istuc verbum emissim  titivillitio

Nam omnes mortales Diis sunt freti: sed tamen

Vidi ego Deis fretos saepe multos decipi.

“Esas palabras no tienen para mí ni el valor de una perra,

Porque los hombres se confían por lo general a los dioses, y con todo,

He visto yo muchas veces a muchos que confiaban en ellos y se han visto defraudados”.

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Comoediae. Tito Maccio Plauto. BNE Mss/10030 Casina fol. 90r

Está claro que Titivillus es un diablo que escribe, y la escritura significa poder en la Edad Media. Los religiosos Jacques de Vitry y Johannes Wallensis configuran ya en el siglo XIII los papeles que desempeña Titivillus. Sabemos que el exemplo nº 239 de Jacques de Vitry fue conocido en España, pues se conserva en una traducción del catalán del Alphabetum narrationum de Arnoldo de Lieja, el Recull de Eximplis (S. XV), en donde aparece con el nombre de Titellino. El mismo diablo es evocado también, pero sin nombrarlo, en el Libre de los ejemplos por ABC, compilado por Clemente Sánchez de Vercial (exemplo nº 382).  También el Espéculo de los legos, en el exemplo nº 180, recoge la historia del trompazo que se da el diablillo al estirar su pergamino pecaminoso, lo cual provoca la carcajada de San Bricio durante la Misa de San Martín. Este mismo exemplo vuelve a ser recogido nuevamente en el Fructus Sanctorum de Alonso de Villegas (Discurso 69, nº 12). (Montañés, pp. 71-72).

Como vemos,  los papeles desempeñados por Titivillus son, como sus nombres, muy variados. Siguiendo a Montañés, los enumeramos a continuación:

Notario de chismosos. En los Exempla de Jacques de Vitry el diablo replica: “Scribo ociosa verba que dicuntur in hac ecclesia”. Ya en el  Evangelio de Mateo (12,36) está escrito: “Mas yo os digo, que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del Juicio”.  La corriente misógina medieval se evidencia aquí en el tópico inglés “warning against idle gossip”, que en la Europa del Norte se plasma en las sillerías de coro, en la escena de dos mujeres incitadas al chismorreo por el demonio, dando de lado los rezos y la misa.

Notario de clérigos despistados. Dice Johannes Wallensis en su Tractatus de Penitentia: “Fragmina verborum Titivillus colligit horum quibus die mille vicibus se sarcinat ille”. Es decir, “Titivillus recoge los fragmentos de estas palabras llenando su saco mil veces al día”. Es una advertencia contra aquellos religiosos perezosos y despistados que abrevian las misas, o las recitan con errores y omisiones, de lo que habrán de dar cuenta al final de sus días. -Algo que me trae a la memoria aquel final del romance viejo de La Misa del amor, interpretado entre otros por el genial Amancio Prada-.

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Javier de Izaro «El Misterio y la magia de los tréboles de San Juan». Folletones El SOl. 26 de Junio 1932, p. 2.

[…] El que cantaba en el coro,

en el credo se perdió,

el abad que dice misa,

ha trocado la lición,

monacillos que le ayudan,

no aciertan a responder, non,

por decir amén, amén,

decían amor, amor.

 Recolector de pecados. En época románica los demonios comienzan a aparecer en las portadas y coros de las iglesias haciendo acopio de los “peccata populi”, de todos los pecados de la humanidad.

Confundidor de amanuenses. En la documentación medieval no un hay testimonio claro de esta función, hay que esperar a que Anatole France se la atribuya en su Vie de Jean D´Arc (1908). Siguiendo esta idea, a Titivillus se le ha querido ver en el diablillo doblegado que acompaña a  San Bernardo de Menthon, patrón de los montañeros. A ambos personajes se les puede contemplar en un medallón de las Horas de Luis de Saboya BNF MS Latin 9473 Fol. 10 v. y de manera más elocuente, en una viñeta de las Horas al uso de Roma de la Biblioteca Municipal de Tours BM  Ms 2104, fol. 149, en donde vemos al Santo escribiente con el diablillo al acecho.

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Horas al uso de Roma, Biblioteca Municipal de Tours BM MS 2104, fol. 149 (BVMM. IHRT-CNRS)

Illumina oculos meos ne umquam obdormiam in norte, nequando dicat inimicus meus: prevalui adversus eum. In manus tuas Domine com[mendo spiritum meum].

“Ilumina mis ojos para que nunca me duerma y muera,  no sea que mi enemigo diga: He podido con él. En tus manos, Señor, enco[miendo mi espíritu]”.

En este mismo sentido, otro jugoso tema iconográfico es aquél de San Juan Evangelista en la isla de Patmos, ya introducido y comentado de manera rigurosa por Javier Docampo en sendas entrada y conferencia.

“Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis,1, 9).

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Horas de Leonor de la Vega BNE Vitr/24/2, fol. 45v [Detalle]
El diablo importuna el retiro del apóstol hurtándole tinta y tintero para que no continúe escribiendo la revelación apocalíptica.  Podemos contemplar esta escena en los lienzos de Dieric Bouts, Museum Boijmans Van Beuningen, y de El Bosco,  Staatliche Museen zu Berlin, Gemäldegalerie. También es un lugar común en los libros de Horas, como en las Horas de María de Borgoña ONB Cod. 1857, fol. 27r, en las Horas de Luis de Saboya BNF MS Latin 9473, fol. 190r., en las Horas de Bedford BL Add Ms 18850 fol. 19r, en las Horas de Juana la Loca BL Add MS 35313 fol. 10v., en las Horas de Simon de Varie J.P. Getty  Ms. 7, en las Horas Spinola J.P. Getty Ms. Ludwig IX 18, fol. 83v, en el BL Royal 20 B II, fol. 27, en varios ejemplares de La Haya KB 73 J 55, fol. 27r, KB 76 G 5, fol. 13r, KB 76 G 11, fol. 13r , y por último, en nuestras excepcionales Horas de Leonor de la Vega BNE Vitr/24/2, fol. 45v.

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Un cajista de imprenta. Quijote y Sancho visitan la imprenta de Sancha. L. Paret BNE Dib/15/54/13

Demonio de los impresores. Como evolución lógica de las erratas de los amanuenses, las de los cajistas de la imprenta. No en vano, en el ámbito anglosajón, a los aprendices del oficio se les llamaba printers devils. El mismísimo Ambrose Bierce, con su celebrado Devil´s dictionary (1911), ejerció de diabólico aprendiz. Incluso un episodio de la serie televisiva Twilight Zone se hace eco de lo cara que sale una página sin erratas.

En el teatro, bien como heraldo infernal, tocando cuernos y trompas en el Juicio Final, y suplantando para ello a los ángeles -acaso evolución del sátiro clásico-, o bien, sobre todo en el teatro medieval inglés, atareado en anotar pecados en su pergamino.

¿Y qué decir de Titivillus en el arte? Ciñéndonos al marco de la Península, se le ha querido ver en la imagen románica del diablo escribiendo en una arquivolta de la portada meridional de la iglesia de Sª Mª del Camino de Carrión de los Condes. Asimismo, en ciertas sillerías tardogóticas y del primer renacimiento, como las de la Catedral Nueva de Plasencia, o la de la Catedral de S. Domingo de la Calzada. Otra visión iconográfica es aquélla en la que el diablo carga un hato de libros a su espalda, como el pintado en la Virgen de la Misericordia con los Reyes Católicos y su familia, del Monasterio de las Huelgas (ca. 1486) pero… ¿Cuál es la naturaleza de esos pesados libros?… Las interpretaciones son de nuevo múltiples: Acaso contienen los pecados de los protegidos bajo el manto de la Virgen (Montañés), o bien son Talmudes y Biblias hebreas, que encierran una imagen antijudía (Hernando Garrido), o quizá es Baalberith, el diablo bibliotecario y conservador en jefe de los archivos infernales (Aragonés Estella). (Montañés, p. 70).

¿Qué queda de Titivillus hoy en día? Aun con todo se le rinde homenaje en alguna publicación sobre libro antiguo, o se le impreca cada vez que hay erratas de edición. A mí se me antoja verlo cada vez que olvido guardar la versión definitiva en un procesador de textos, cuando yerro en un encabezamiento, o cuando esa obra que tengo que subir a la biblioteca digital no carga ni a tiros: ¿No habré validado ese xml?, ¿No estará subida ya esa obra en BDH? Y qué decir del texto predictivo o del corrector ortográfico automático del móvil, que te la juegan sistemáticamente con los mensajes instantáneos. Hay quien dice incluso que lo ha visto digitalizado en algún cachito retro (min 2:12) de cierto archivo audiovisual.

Manuel Pérez Rodríguez

Originalmente para el Blog de la BNE

Bibliografía

ARAGONÉS, Esperanza. “Visiones de tres diablos medievales”, en De Arte 5, pp. 15–27.

JENNINGS, Margaret. “Tutivillus: The literary career of the recording demon” en: Studies in Philology, Volume LXXIV, December 1977, nº 5.

HERNANDO, José Luis. “Satanás con los libros a cuestas en la Virgen de la Misericordia de Las Huelgas de Burgos ¿una imagen antisemita en tiempo de la expulsión?” en Imágenes y promotores en el arte medieval: miscelánea en homenaje a Joaquín Yarza Luaces, 2001, ISBN 84-490-2251-7, págs. 441-455.

MONTAÑÉS, Julio G. Tutivillus. El demonio de las erratas. Turpin editores, colección en 8vo, nº 11, 2015.

MONTAÑÉS, Julio G. Tutivillus. El demonio notario [En línea] <http://tutivillus.teatroengalicia.es/intro.htm>

YARZA, Joaquín, “El diablo en las miniaturas hispanas medievales”, en El diablo en el monasterio. VII Seminario sobre Historia del Monacato. Fundación Santa María la Real. Centro de Estudios del Románico, 1996.

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Andrés Vesalio: Anatomista renaciente y médico de los Austrias mayores

Tal día como hoy, 31 de dieciembre, se conmemora el V Centenario del nacimiento de Andrés Vesalio –Andries van Wessel- en Bruselas (1514-1564). Este insigne cirujano y anatomista, a la par que destacado médico de cámara del emperador Carlos V y de su hijo, Felipe II, ha sido siempre reconocido por los historiadores de la ciencia médica como el fundador de la anatomía moderna, de la mano de su revolucionaria praxis personal, plasmada textual y gráficamente en su obra cumbre De humani corporis fabrica libri septem (1543).

Retrato de Vesalio a la edad de 28 años, mostrado los músculos y tendones del brazo de un cadáver con un aforismo de Celso “Ocyus, jucunde et tuto” (seguro, rápido y grato)
Retrato de Vesalio a la edad de 28 años, mostrado los músculos y tendones del brazo de un cadáver con un aforismo de Celso “Ocyus, jucunde et tuto” (seguro, rápido y grato)

Andries van Wessel pertenecía ya a una reputada dinastía de médicos personales de los Habsburgo: Su padre Andries era el boticario de Carlos V, mientras que su abuelo Everard fue médico personal del emperador Maximiliano, no era raro por tanto que el joven Andrés siguiera la tradición familiar.

Andrés Vesalio recibirá las primeras letras en la Escuela de los Hermanos de la Vida Común de Bruselas -organización religiosa vinculada a la devotio moderna-. Allí comenzará a interesarse por las obras científicas de San Alberto Magno, además de contar como compañero de estudios con Antoine Perrenot, futuro Cardenal Granvela, quien será más tarde valedor suyo ante el emperador. Hacia 1531 acude a cursar artes al Colegio Trilingüe -de latín, griego y hebreo- de la Universidad de Lovaina. Seguro ya de inclinarse por los estudios de medicina, marchará a la Universidad de París (1533), en donde tendrá como profesores a Johann Günther von Andernach, Jacques Dubois (Jacobus Sylvius) y Jean Fernel, galenistas que le inician en el campo de la anatomía humana. Allí coincidirá con los españoles Andrés Laguna y Miguel Servet, y no dudará a la hora de adquirir para sus prácticas huesos de cadáveres del Cementerio de Los inocentes. La guerra entre Francisco I de Francia y Carlos V le obligará a continuar con sus estudios médicos en Lovaina y en la prestigiosa Universidad de Padua, en la cual obtiene finalmente los títulos de doctor (5 diciembre 1537) y explicator chirurgiae. Durante esos años dará clase en las universidades de Padua, Bolonia y Pisa.

Las enseñanzas médico-quirúrgicas de Vesalio y la reacción de sus opuestos galenistas

La anatomía pre-vesaliana estaba asentada en una amalgama de tradiciones: las latinas de Hipócrates, las arabizadas de Galeno de Pérgamo y el Canon de Avicena. Entre sus representantes contamos por ejemplo con Johannes de Ketham, Nicolo Leoniceno, Leonardo da Vinci –quien ya aunaba ciencia y arte en la representación anatómica, como pone de manifiesto el Códice Windsor– y Mondino dei Luzzi, entre otros muchos.

Andrés Vesalio, gracias a la experiencia cognitiva de sus prácticas de disección, había comenzado a cuestionar las teorías anatómicas vigentes hasta entonces al achacar, por un lado, la pérdida de habilidades exploratorias de sus médicos coetáneos: Éstos se habían convertido en meros “patólogos teóricos”, al haber delegado la crucial exploración fisio-patológica del enfermo y del cadáver en manos de subalternos de puntero y barberos con navaja, mientras que ellos dictaban la lección humanística heredada desde lo alto de la cátedra.

U/10657 Mondino dei Luzzi.  Anothomia Mundini (1520) http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000089924
U/10657 Mondino dei Luzzi. Anothomia Mundini (1520)

Por otra parte, Vesalio reprochará a Galeno el hecho de que diseccionara monos de la Berbería y otros animales en lugar de seres humanos. Denunciará por ejemplo los errores de aquél, de Mondino dei Luzzi y de Aristóteles sobre las válvulas del corazón. Jacobus Sylvius, su antiguo maestro en París, reaccionará encolerizado llamándole “vesanus” (loco).

En su obra cumbre Fabrica Vesalio concibe el cuerpo humano como un sistema o edificio sustentado por la estructura ósea (primer libro), unida por ligamentos y músculos (2º libro), así como por arterias, venas y nervios (libros 3º y 4º). Los libros 5º, 6º y 7º están dedicados a las cavidades abdominal, torácica y encefálica. La obra le fue dedicada al emperador Carlos V, como podemos comprobar en una epístola introductoria, cuya inicial “Q” historiada alberga la disección de un lechón a manos de un grupo de expertos erotes.

Epistola dedicatoria a Carlos V
Epistola dedicatoria a Carlos V

Su Epítome -una versión abreviada de la Fabrica para los alumnos- le será dedicada al regio hijo de aquél, Felipe II de España. Los excepcionales grabados xilográficos de la Fabrica fueron realizados por Jan Steven Van Calcar, seguidor de Tiziano, mientras que el texto tipográfico fue compuesto por el experto impresor de Basilea Iohannes Oporinus.

Fronstispicio de la Fabrica
Fronstispicio de la Fabrica

Comentamos a continuación el fundamental frontispicio grabado de la Fabrica. En un anfiteatro anatómico de arquitectura palladiana se ha dispuesto un graderío de madera atestado de alumnos para presenciar la disección que un cirujano ¿acaso Vesalio? está practicando al cadáver de una mujer. Un esqueleto con guadaña preside la escena. Dos barberos desconsolados son representados bajo la mesa de operaciones navaja en mano, a la vez que un perro y un mono de raigambre galénica contemplan distantes y más bien tensos la escena. En lo alto, sendos erotes sostienen el blasón parlante de Vesalio –Las tres comadrejas blancas pasantes sobre fondo negro-. En el cuerpo arquitectónico superior, un joven y un viejo enmarcan la marca tipográfica de Johannes Oporinus de Basilea.

Vesalio médico en la Corte de los Austrias

 La fama adquirida por Vesalio y su historial familiar hacen que sea llamado a Bruselas (1544) como médico de cámara de Carlos V, donde casará con Anne Van Hamme, hija del presidente de la Cámara de Comercio de Bruselas. Tras años de servicio como médico de familia y de campaña, y por influencia de Granvela, es nombrado Conde Palatino (21 abril 1556), lo que le confería numerosos privilegios y prerrogativas, como la confirmación de su blasón por ley imperial, la inmunidad ante las leyes y derechos de las ciudades, el salvoconducto, la posibilidad de nombrar notarios, contadores y jueces ordinarios, el poder de promover doctores universitarios, -médicos incluidos-, así como la exención de impuestos para él y sus descendientes legítimos y la especial protección del emperador. En 1559 será llamado hasta la corte francesa para tratar la mortal herida por lanza de torneo del rey Enrique II, pero sólo podrá limpiar de astillas las graves heridas de su cabeza y mitigar la agonía hasta su fatal desenlace.

Tras la abdicación definitiva de Carlos V (1558) pasó al servicio de Felipe II, trasladándose a su Corte en España, y dedicándose también a la atención de los súbditos holandeses. En 1561 responde con amabilidad y aceptación a las críticas vertidas desde Padua por un discípulo metodológico suyo, Gabrielle Falloppio. En la primavera de 1562, y a consecuencia de una caída por las escaleras, el príncipe Carlos sufrirá un traumatismo craneoencefálico, Vesalio se une entonces al grupo de médicos que lo tratan -los doctores Cristóbal de Vega, Diego Olivares y el cirujano Dionisio Daza Chacón, entre otros- practicándole al paciente una trepanación que a la postre será crucial para sanarlo.

Las circunstancias de la muerte de Vesalio permanecen aún sin aclarar. Siguiendo a Justo Hernández González, “en 1564, Vesalio peregrina a Tierra Santa desde España. En contra de lo que han aventurado varias leyendas —como su condena a muerte por la Inquisición, por haber disecado inadvertidamente a un personaje de la nobleza todavía vivo, pena que el Rey conmutó por su viaje a Tierra Santa— el periplo fue aprobado por el Rey, aunque no se sabe si Vesalio quería regresar a España -por las envidias generadas por la intervención del príncipe, o bien pensaba quedarse con la vacante dejada por Falloppio en Padua-. Después de una escala en Venecia, zarpó en marzo hacia Tierra Santa vía Chipre. No se sabe cuándo se inició el viaje de vuelta, pero, en cualquier caso, su barco fue detenido por una gran tormenta. Después de muchas dificultades, alcanzó en octubre la isla de Zante (al noroeste del Peloponeso), donde Vesalio murió y fue enterrado en un lugar no identificado”. Según José Barón Fernández se cree que posteriormente su cuerpo sería sepultado en la Iglesia de Santa Maria delle Grazie de Zante.

La profunda influencia de los estudios anatómicos de Vesalio asoma por ejemplo en sus seguidores hispanos como Juan Valverde de Amusco, pasando por el conocido lienzo de Rembrandt Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, hasta las morbosas ceras anatómicas de los museos de anatomía normal y patológica y las asépticas radiografías y ecografías de hoy en día. Late aún algo de nuestro protagonista en populares series televisivas, que todavía juegan con el nombre de un moderno manual anatómico.

Manuel Pérez Rodríguez. Biblioteca Digital Hispánica

Bibliografía

BARCAT, J.A. Andrés Vesalio, el genio meteórico. En MEDICINA (Buenos Aires) 2014; 74: 333-336. http://www.medicinabuenosaires.com/revistas/vol74-14/n4/333-336-Med4-Editorial%20Vesalio-web.pdf

BARCIA Goyanes, J. J., El mito de Vesalio, Valencia, Universidad, 1994.

BARÓN Fernández, J. Andrés Vesalio. Su vida y su obra, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1970.

HERNÁNDEZ González, J. Andrés Vesalio. Anatomista, cirujano y médico de cámara del Carlos V y Felipe II.Centro de Estudios Biográficos. RAH. http://blgrah.rah.es/2014/02/26/andres-vesalio-anatomista-cirujano-y-medico-de-camara-del-carlos-v-y-felipe-ii/

LYNN, Mary. Vesalius and the Body Metaphor. The Public Domain Review http://publicdomainreview.org/2013/04/18/vesalius-and-the-body-metaphor/

PUERTA, J. L. Andrés Vesalio: la reconciliación de la mano con el cerebro. Ars medica. Revista de humanidades, ISSN-e 1579-8607, Vol. 3, Nº. 1 (JUN), 2004 , págs. 74-95 http://www.dendramedica.es/revista/v3n1/Andres_Vesalio_la_reconciliacion_de_la_mano_con_el_cerebro.pdf

ROMERO Reverón, R. Andreas Vesalius (1514-1564). Fundador de la Anatomía Humana Moderna. Int. J. Morphol., 25(4):847-850, 2007. http://www.scielo.cl/pdf/ijmorphol/v25n4/art26.pdf

SCHUMACHER, Gert-Horst. Theatrum Anatomicum in History and Today. Int. J. Morphol. [online]. 2007, vol.25, n.1, pp. 15-32. ISSN 0717-9502. http://www.scielo.cl/pdf/ijmorphol/v25n1/art02.pdf

SEMINARIO De Humani Corporis Fabrica di Andrea Vesalio. L’uomo visibile da “allora” a “oggi”. Azienda Ospedaliero–Universitaria di Ferrara “Arcispedale S. Anna” – Unità Organizzativa Formazione e Aggiornamento – Biblioteca di Scienze della Salute. http://ibc.regione.emilia-romagna.it/appuntamenti/archivio-appuntamenti/2013/a-cona-ferrara-il-seminario-201cde-humani-corporis-fabrica-di-andrea-vesalio-l2019uomo-visibile-da-allora-a-oggi

Originalmente publicado en el Blog de la BNE, el 15 de octubre, día de la muerte de Vesalio en la isla griega de Zante (1564).

Este cuadro está muy vivo (VII)

Su nombre es Chris. Su nombre es Francesco. A ambos les encanta la recreación de cuadros famosos. Todos son realizados en la oficina Squarespace de Nueva York. Las únicas reglas son que todos los complementos empleados sean cosas que ronden por la oficina y que toda la edición se lleve a cabo con un smartphone (Android o iPhone ). ¡Disfrutalos!

Síguelos en Instagram , Twitter y Tumblr . ¡Manda tus ideas aquí!

“Portrait of a Man in a Turban” by Jan van Eyck, 1433
“Portrait of a Man in a Turban” by Jan van Eyck, 1433
“Tommaso di Folco Portinari” by Hans Memling, 1470
“Tommaso di Folco Portinari” by Hans Memling, 1470
“Lady and the Unicorn: Sight,” c. 1500
“Lady and the Unicorn: Sight,” c. 1500
“The Anatomy Lesson of Dr. Nicolaes Tulp” by Rembrandt, c.1632
“The Anatomy Lesson of Dr. Nicolaes Tulp” by Rembrandt, c.1632
“The Girl with the Pearl Earring” by Johannes Vermeer, 1665
“The Girl with the Pearl Earring” by Johannes Vermeer, 1665

 Referencias:

Demilked

Fools do art

Cenicienta – Cinderella

Una campaña impactante para concienciar de la necesidad de la lectura infantil

«Si no lees, la imaginación desaparece»

LITERACY FOUNDATION Cinderella
LITERACY FOUNDATION Cinderella

Agencia de publicidad: Bleublancrouge

Destinatario: Literacy Foundation

Director creativo: Gaétan Namouric

Director artístico: Frédéric Roux

 Guión: Maxime Paiement

Fotografía: Alain Desjean

Director: Jean-Michel Ravon

Protagonistas: Cenicienta, Pulgarcito, el enano sabio, Peter Pan, Wendy…

Realizado en: 2008

De Libros Prohibidos y Bibliotecas Digitales

De Libros Prohibidos y Bibliotecas Digitales

La Inquisición Católica, dado el desafío planteado por la irrupción de la Reforma Luterana, y a fin de mantener en el Occidente Europeo su hegemonía, combatió la heterodoxia, la disidencia religiosa y el espíritu crítico por medio de la censura y de la eliminación física de libros y personas. El Santo Oficio hispano, que actúa con plena independencia del romano, en su incesante lucha contra la herejía lastrará el desarrollo ideológico, crítico y científico hasta el final del Antiguo Régimen.

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BNE PORCONES/954(36) [La turbacion que causaron los Hereges en estos Reynos de España por los años de 1558…] González Guijelmo, Pedro

Esta entrada es una invitación sincera a conocer estos fondos prohibidos y los índices que con mayor o menor diligencia los compilaron, de la mano de interesantes colecciones bibliográficas, como la de autores heterodoxos de Luis Usoz, el inventario de papeles de censuras de obras impresas efectuado por A. Paz y Meliá, o la biblioteca de libros prohibidos del Consejo de la Suprema Inquisición, que están siendo digitalizadas y difundidas en línea por la Biblioteca Nacional de España a través de su Biblioteca Digital Hispánica.

I. El acoso al Humanismo hispano: El primer Índice de Fernando de Valdés (1551)

En los reinos peninsulares el control gubernamental sobre los libros impresos da comienzo con los Reyes Católicos, al pedir al Papa Sixto IV dotar de Inquisición a la Corona de Castilla. En efecto, merced a la Bula Exigit sincerae devotionis affectus (1 de noviembre de 1478) se concede a los monarcas la capacidad de nombrar obispos y sacerdotes que ejerzan de inquisidores en sus reinos. En esta misma línea, y para vigilar qué se publicaba en sus reinos, la Pragmática dada en Toledo en 8 julio de 1502 regula la concesión de licencias de impresión en Castilla, prohibiendo a libreros, impresores y mercaderes “imprimir de molde ningún libro de ninguna facultad o lectura, o obra que sea, pequeña o grande, en latín o en romance, sin que primeramente hayan para ello nuestra licencia y especial mandato”. Las licencias serían concedidas desde entonces por los presidentes de las Chancillerías de Valladolid y Granada y por los obispos de las diócesis de Toledo, Sevilla, Granada, Burgos y Salamanca. El libro así publicado obtenía un privilegio de impresión exclusivo de 10 años, si bien es cierto que en la Corona de Aragón aún se podía imprimir cualquier libro, incluso sin el consentimiento de su autor.

Unas décadas más tarde, la incendiaria irrupción de las Tesis en contra de las indulgencias del agustino Martín Lutero trajo consigo la producción de abundante literatura polémica religiosa, la cual intentaría ser atajada y controlada por las autoridades políticas y eclesiásticas de los distintos países del Imperio. Los hechos se suceden de forma vertiginosa: En 1520 Martín Lutero arremete contra las bulas papales. Por su parte, la prohibición de libros luteranos en los territorios peninsulares es promulgada el 7 de abril de 1521 por el Inquisidor General, el cardenal Adriano de Utrech -antiguo preceptor del emperador y futuro pontífice-. En un último intento por frenar el cisma, tiene lugar en Worms la entrevista de Carlos V y el nuncio con Lutero, pero como éste persiste en sus tesis, el Edicto de Worms (25 mayo de 1521) lo declara abiertamente hereje, ordenando además la destrucción de sus obras en todos sus dominios. Desde entonces se suceden las cartas enviadas a los diversos tribunales inquisitoriales para hacer cumplir el citado decreto, ratificado el año siguiente por el Papa Clemente VII -a este respecto son de enorme interés las publicaciones volanderas que partidarios de Reforma y Contrarreforma llevan a cabo para declarar la naturaleza diabólica de sus opuestos religiosos-.

Centrándonos en el ámbito hispano, en 1523 ya tenemos noticia de que el Inquisidor Ayala se ha visto obligado a visitar el Tribunal de Calahorra porque había sido hallada e incautada una caja con libros luteranos (Francisco Bethancourt). Comisarios, inquisidores y calificadores pasan entonces a inspeccionar ciertas librerías: Impiden la entrada y salida de las mismas mientras dura la inspección, piden bajo juramento al librero que les facilite la memoria de los libros que posee en su establecimiento y preguntan acerca de posibles ventas de libros prohibidos.

El Humanismo se convierte en el blanco de las hostilidades de la Inquisición (Joseph Pérez). Los humanistas aplican los métodos de la filología a toda la literatura, incluida la religiosa, convirtiéndose de esta manera en sospechosos de herejía. Se entabla una guerra abierta entre gramáticos humanistas y teólogos escolásticos, con lo que los estudios de hebreo llegan a ser peligrosos. Tal es así que la Inquisición arremete contra los primeros grandes humanistas hispanos, como Antonio de Nebrija -muy cercano a los argumentos filológicos de Lorenzo Valla a la hora de acercarse a las Escrituras-, o Miguel Servet -descubridor de la circulación sanguínea, con su obra condenada Sobre los errores de la Trinidad y quien, en su huida de la península, será finalmente quemado en Ginebra a manos del reformista francés Juan Calvino-. Pero también contra las lecturas humanistas de la Biblia efectuadas por Erasmo de Rotterdam -éste, protegido del círculo erudito de Carlos V, pero citado y elogiado por Lutero, rechazará prudentemente una cátedra en Alcalá ofrecida por Cisneros con un “Non placet Hispania”- y sus seguidores hispanos: los hermanos Alfonso -secretario de cartas latinas de Carlos V y defensor del saco imperial de Roma y Juan de Valdés -protegido del marqués de Villena y autor de un Diálogo de doctrina cristiana condenado por la Inquisición, tendrá que huir a Italia-, los hermanos Juan y Francisco de Vergara, -ambos de ascendencia judeo-conversa, Francisco, acusado de “alumbrado”, esquivará la ejecución previo pago de 1500 ducados de oro y de su exhibición pública en auto de fe (21 de diciembre de 1535), amén de 4 años de cárcel- y Juan Luis Vives -de familia conversa, estudia en París y, ante la quema pública judaizante de su padre y de los huesos de su madre, preferirá vivir a distancia a caballo entre Londres y Brujas-.

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Los humanistas Miguel Servet -BNE IH/8876/1- y Luis Vives -escultura sita en la fachada de la BNE, obra de Pere Carbonell Huguet, 1892-

La mecha de la polémica religiosa se iba extendiendo también por las universidades europeas: En la década de los 40 se suceden los índices de libros prohibidos de las universidades de Venecia (1543), la Sorbona (1544), Lovaina (1546 y 1550), Lucca (1545), Siena (1548) y Salamanca (1583). Pero será el citado Índice de la Universidad de Lovaina en el que se apoye el nuevo Inquisidor General, Fernando de Valdés, quien habrá de reeditarlo en 1551 con un apéndice dedicado a libros españoles: En el mismo la obra de 16 autores fue condenada en su totalidad, prohibiéndose 61 obras concretas, y decretando regulaciones sobre Biblias, libros hebreos y árabes, así como obras impresas sin autorización.

Paralelamente, libros luteranos y calvinistas traducidos al castellano estaban penetrando de contrabando por la ruta marítima comercial de Flandes. Desde 1553 comisarios inquisitoriales acuden a puertos y fronteras para visitar los navíos antes de desembarcar mercancías y pasajeros: Se interroga a las tripulaciones, se inspeccionan los libros transportados y se arresta en su caso a los sospechosos. La Inquisición exigía ser la 1ª en revisar los barcos, lo que a menudo provocará roces con los funcionarios de aduanas, pero lo cierto es que apenas se encontrarán libros heréticos.

II. El acoso a la espiritualidad hispana: De los Decretos de Emergencia de 1558 a los primeros focos heréticos hispanos: El II Índice de Fernando de Valdés-Melchor Cano (1559)

Desde 1554, por Pragmática de Felipe II dada en Valladolid, la concesión de licencias de impresión quedaba definitivamente en manos del Consejo de Castilla, previo informe elaborado por un censor. El inquisidor Valdés decretará ese mismo año la censura general de Biblias y Nuevos Testamentos. Pero es en 1558 cuando, por Real Provisión dada en Bruselas el 7 septiembre, se prohíbe la impresión de libros sin licencia del Consejo Real, bajo pena de muerte y confiscación de bienes. Esta medida implica la prohibición expresa de introducir cualquier libro en castellano publicado fuera del Reino, obligando a los impresores a solicitar las pertinentes licencias al Consejo de Castilla, estableciendo asimismo un escrupuloso procedimiento de censura. Otra consecuencia del Decreto es la llamada apresurada a que los súbditos hispanos que estudiaban o enseñaban en el extranjero retornasen en menos de 4 meses -exceptuando aquellos destinados a los Colegios de Españoles de Bolonia, Roma, Nápoles y Coimbra-.

A partir de entonces, representantes de la Inquisición llevarán a cabo visitas a los negocios tipográficos, así como a las bibliotecas universitarias y de congregaciones religiosas. De hecho, se anima a los obispos a que inspeccionen las bibliotecas de sus diócesis, y en la propia Universidad de Salamanca un grupo de su personal se encargará de examinar la biblioteca en busca de libros peligrosos. Pero lo cierto es que las “visitas” fueron escasas y espaciadas, y sólo en los grandes centros urbanos.

Durante un breve lapso de tiempo se habían estado otorgado por motivos de estudio dispensas para leer o tener libros prohibidos, pero todo cambiará tras los citados Decretos de Emergencia de 1558 y con el repentino descubrimiento de focos protestantes en Sevilla y en Valladolid -este último, el del Doctor Agustín de Cazalla, recreado en El Hereje de Miguel Delibes-. La alarma generada acelerará la publicación del nuevo y crucial Indice de libros prohibidos (1559) del inquisidor Fernando de Valdés y del dominico Melchor Cano -enemigo declarado éste de los jesuitas-, que será en realidad un nuevo corta-pega de otros índices existentes en otros países. El índice incluirá entre sus 700 títulos prohibidos todos los devocionarios en lenguas vernáculas -incluidos los manuscritos-, todos los libros publicados sin mención de autor ni editor, 14 títulos de Erasmo de Rotterdam, el Diálogo de Mercurio y Carón del erasmista Alfonso de Valdés, junto con otras obras del dramaturgo portugués Gil Vicente, de Hernando de Talavera -confesor de la Reina Isabel La Católica-, de Bartolomé Torres Naharro, de Juan del Enzina y de Jorge de Montemayor, así como El Lazarillo de Tormes y el Cancionero General compilado por Hernando del Castillo. A este respecto es necesario traer a colación el descubrimiento casual en 1992 de una pequeña biblioteca heterodoxa emparedada en Barcarrota, la cual que contenía una decena de libros prohibidos –entre ellos un Lazarillo y un Erasmo-.

Sendas ediciones de El Lazarillo de Tormes (1554) y El Cancionero General (1557) efectuadas por Martín Nucio en Amberes
Sendas ediciones de El Lazarillo de Tormes (1554) y El Cancionero General (1557) efectuadas por Martín Nucio en Amberes

En esta etapa la Inquisición hispana actúa contra numerosos escritores espirituales, como San Ignacio de Loyola -fundador de la Compañía de Jesús, y autor de unos Ejercicios espirituales, San Francisco de Borja -el IV Duque de Gandía, que profesará también como jesuita, y que tendrá que vérselas con la Inquisición al serle atribuida una obra prohibida por Valdés: Las Obras del cristiano-, San Juan de Ávila -de ascendencia judía, predicador por Andalucía, y autor del compendio ascético Audi, filia-, Fray Luis de Granada -dominico, discípulo y amigo del anterior, y cuyos Libro de la oración y la meditación y Guía de pecadores serán también incluidos por Valdés en el Índice- y, sobre todo, el dilatado proceso contra el primado de Toledo Bartolomé de Carranza -su poder e influencia le habían granjeado las envidias y enemistades de los inquisidores del Índice, quienes le llevarán a ser procesado, primero en España, después en Roma-. En resumen, el citado Índice de Valdés-Cano constituía una reacción decidida contra los focos espirituales autóctonos y un intento por controlar ciertos aspectos de la creación literaria (Henry Kamen). La condena de obras propició la quema de libros, de acuerdo con la costumbre establecida antes por Tomás de Torquemada y Cisneros con los libros hebreos y granadinos, de cuya quema sólo exceptuaron los tratados médicos.

La quema de libros heréticos está arraigada desde la cruzada cátara -La prueba del fuego y Santo Domingo y los albigenses, de Pedro Berruguete, Galería on line del Museo del Prado-
La quema de libros heréticos está arraigada desde la cruzada cátara -La prueba del fuego y Santo Domingo y los albigenses, de Pedro Berruguete, Galería on line del Museo del Prado-

Sin embargo, -y en opinión del hispanista británico Henry Kamen- el control de las importaciones de libros fue efectivo únicamente en Castilla, puesto que los Reinos de Aragón, Valencia y Navarra continuaban introduciendo libros extranjeros con más o menos libertad, que las imprentas foráneas seguían dominando el mercado editorial de obras religiosas, y que el intercambio de obras literarias jamás cesó. Los libros seguían trayéndose del extranjero en persona, siguiendo los canales comerciales, o a través de contactos y amistades. Además, buen número de los autores conseguía eludir la censura al arriesgarse a publicar sin licencia, o bien publicando en el extranjero en ciudades como Amberes, París, Lyon y Venecia.

III. Trento y la Contrarreforma: Los sucesivos Índices de Arias Montano, Quiroga, Sandoval y Zapata y el acoso a los catedráticos salmantinos y Carmelitas Descalzos

Filipe Segundo, Rey de España: Escrito por Luis Cabrera de Córdoba BNE R/15112
Felipe II, defensor de la Iglesia Católica contra la herejía. Filipe Segundo, Rey de España: Escrito por Luis Cabrera de Córdoba BNE R/15112

La apuesta decidida por la Contrarreforma tras las reuniones ecuménicas del Concilio de Trento (1545-1563) influirá en la publicación por Plantino en Amberes del Índice de Benito Arias Montano (1570). Este Índice incluía la novedad de depurar únicamente los pasajes sospechosos, salvando así ciertos libros de su prohibición total. Siguiendo este precedente, se elabora un nuevo Índice español del Inquisidor General Gaspar Quiroga (1583-1584), con 2 tomos -uno de libros prohibidos y otro de libros a expurgar- incluyendo además unas reglas de expurgación que se repetirán en los índices posteriores. Este último repertorio prohíbe 1300 títulos -muchos de ellos libros de magia y hechicería-, las obras completas de Pedro Abelardo y Rabelais, y obras escogidas de Guillermo de Ockham, Jerónimo Savonarola, Jean Bodin, Maquiavelo, Juan Luis Vives, Marsilio de Padua, Ariosto, Dante y Tomás Moro.

Índice de Benito Arias Montano (Amberes, Cristóbal Plantino, 1570) e Índice de Gaspar Quiroga (Madrid, Alfonso Gómez, 1583-1584)
Índice de Benito Arias Montano (Amberes, Cristóbal Plantino, 1570) e Índice de Gaspar Quiroga (Madrid, Alfonso Gómez, 1583-1584)

Las envidias y disputas entre Teólogos y Gramáticos por las cátedras universitarias atraerán también la atención inquisitorial sobre los distintos candidatos: En Salamanca, el profesor de griego León de Castro denuncia al agustino Fray Luis de León por “haber tomado libertades heréticas en sus estudios de Escritura y Teología”. Sus 4 años de condena en la prisión inquisitorial de Valladolid le sirven para escribir el tratado de devoción De los nombres de Cristo (1572-1576). Sentenciado a una reprimenda, volverá a su cátedra salmantina, procurando evitar en lo sucesivo las controversias. Contaba Fray Luis entre sus amistades con otras dos eminencias: el ya citado Benito Arias Montano -encargado por orden de Felipe II de elaborar la Biblia Regia de Amberes, y que levantará también las críticas del implacable León de Castro- y Francisco Sánchez El Brocense -profesor éste de gramática en Salamanca, que será también denunciado ante el Tribunal de Valladolid “por opiniones descuidadas y presuntuosas en materia teológica” (1584). En 1600 sufrirá el arresto domiciliario y el secuestro de todos sus escritos. Morirá viejo, enfermo y humillado, sin las honras fúnebres que le correspondían como profesor universitario-.

Paralelamente, la reforma de los Carmelitas iniciada por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz también les acarreará las correspondientes vicisitudes inquisitoriales: Teresa de Jesús, de origen converso, será acechada en varias ocasiones, viendo su obra Vida denunciada por la mismísima Princesa de Éboli. Por su parte, San Juan de la Cruz llegará a ser encarcelado por los frailes calzados, y es en su cautiverio cuando se cree que escribiría su célebre Cántico Espiritual, que por la férrea censura inquisitorial no sería publicado en la Península hasta 1630-

En 1605 se exige a los libreros registrar los nombres de sus clientes y presentar periódicamente sus listas de libros en venta, obligación extendida también en 1627 a los titulares de ciertas bibliotecas privadas incluidas en legados testamentarios o en tasaciones. A fines del XVI el material recogido en los registros ya no solía quemarse, sino que se enviaba al Tribunal inquisitorial de turno para ser evaluado y almacenado en depósitos, como el de El Escorial. A partir de la nueva centuria los propios Índices incluyen en sus preliminares la obligación para todos los mercaderes de libros de poseer forzosamente un ejemplar de los mismos en sus librerías para su consulta Índice de Bernardo Sandoval y Rojas (1612). Asimismo, a los impresores se les ordenaba su examen para que no llevaran a cabo nuevas ediciones de autores prohibidos, o bien para que excluyeran de las obras las frases expurgadas. Para facilitar su consulta, se incorpora la fórmula de los índices romanos, que agrupaba a los autores y sus obras por clases, según el tipo de delito en que hubieran incurrido -herejía, impiedad, obras anónimas- (Susana Cabezas Fontanilla). Hasta mediados de este siglo parece haber un mayor endurecimiento censor en los Índices (Ángel Alcalá): en el Índice de Antonio Zapata y Cisneros (1632) se prohíben los libros que tratan, cuentan y enseñan cosas lascivas u obscenas “aunque no se mezclen en ellas heregía o errores en la Fe”. Su sucesor, fray Antonio de Sotomayor, confesor de Felipe IV, publicará otro Índice en 1640 (BNE 2/59803) igual de restrictivo.

Sin embargo, desde la 2ª mitad del XVII la amenaza de contagio protestante ya se había ahuyentado y, coincidiendo con la revolución científica europea, entran en declive los mecanismos de censura y de control en librerías y bibliotecas. La censura posterior al Índice de 1667 ya no tiene la misma calidad que en los catálogos anteriores. La proporción de obras expurgadas es sensiblemente menor: El resultado es paradójico, ya que se permite la circulación de autores heréticos de los siglos precedentes ampliamente expurgados, mientras que se condenan totalmente obras de autores recientes cuya ortodoxia no había sido puesta en duda (Marcelin Deforneaux).

IV. La censura inquisitorial en el XVIII: De la Ilustración al estallido revolucionario: el Índice de Ceballos

En el siglo de las luces asistimos a tres hechos significativos: De una parte, y propiciado por el ascenso al trono de los Borbones y sus nuevas alianzas dinásticas, los intercambios intelectuales, filosóficos y tecnológicos con Francia se intensifican. Entre los reinados de Fernando VI y Carlos III (1750-1770) se observa un auge de la prensa, del enciclopedismo y del pensamiento ilustrado.

En clara relación con esta corriente de aperturismo intelectual, se lleva a cabo una decidida política regalista en materia religiosa: Carlos III publica una Real Cédula (18 enero 1762) que subordina a la previa autorización del rey la publicación de bulas y breves pontificios. De igual manera, los edictos e índices del Santo Oficio español deberán haber solicitado y obtenido el premiso del monarca. Otra Real Cédula (16 junio 1768) estipula 5 reglas de procedimiento para “mejorar” la censura inquisitorial, dejando circular los libros hasta ser objeto de calificación y permitiendo que sean los propios particulares quienes expurguen por sí mismos los libros cuyos pasajes hubieran sido censurados a posteriori. La Iglesia otorga dispensas para leer libros prohibidos, con especial “manga ancha” cuando quien las solicita presta servicios al Estado.

Por otra parte, se hace evidente la creciente hostilidad de los agentes de aduanas reales frente a los comisarios de la Inquisición: el contrabando fronterizo de libros es un hecho, la venta de libros prohibidos es un negocio muy lucrativo y se ejerce en ciudades como Cádiz, Sevilla, Madrid y Salamanca.

En materia censora, se observa un creciente predominio jesuita en el Tribunal de la Inquisición –lo que suscita las protestas de agustinos y dominicos-. Su lucha parece centrarse ahora en combatir el jansenismo y las obras francesas partidarias de las políticas regalistas precedentes, que amenazan directamente los derechos e inmunidades eclesiásticos. Entre 1720-1747 el número de libros franceses condenados en los edictos inquisitoriales va en aumento: “a partir de 1750 el enemigo nº 1 será el filósofo y el enciclopedista” (Marcelin Deforneaux). En efecto, bajo el reinado de Felipe V (1707) se publica un Índice de 2 tomos que cuenta con la intervención del jesuita Ignacio de Zuleta (BNE 2/59817 V.1 – 2/59818 V.2). Ya con Fernando VI, otro Índice de 1747 les fue encomendado a los jesuitas José Carrasco y José Casani, y contará además con un suplemento de libros jansenistas escritos en francés.

Esta situación aperturista da un vuelco con el estallido revolucionario francés. El secretario de Estado de Carlos IV, José Moñino y Redondo, Conde de Floridablanca, en previsión contra un posible contagio decide imponer un “cordón sanitario”: La Real Orden de Carlos IV (28 septiembre 1789) exige a los administradores de aduanas confiscar todos los papeles impresos o manuscritos que hagan referencia a los acontecimientos de Francia. Este mandato hubo de ser reforzado por Real Resolución (29 de diciembre de 1789), ordenando retener absolutamente todos los libros e impresos que llegaran de fuera del Reino.

Por su parte, y a iniciativa de los inquisidores generales Felipe Beltrán y Rubín de Ceballos, Antonio de Sancha imprime en 1790 el que será último Índice integral, que recopila todas las obras prohibidas en los edictos inquisitoriales de los últimos 40 años, tomando como modelo el publicado por el papa Benedicto XIV en 1758 -en un solo tomo, con un índice alfabético de autores y títulos de obras anónimas-. Su suplemento reproduce las 39 obras condenadas en el Edicto del Santo Oficio (13 diciembre de 1789), que prohibía “todos los libros y papeles sediciosos que excitan a los pueblos contra los padres legítimos”.

Por Real Resolución (24 febrero 1791) se prohíben todos los periódicos excepto los oficiales: La Gazeta de Madrid, El Mercurio de España, el Diario de Madrid y El Correo mercantil de España y sus Indias. Por Real Cédula (10 septiembre 1791) se prohíben también toda clase de papeles “sediciosos y contrarios a la fidelidad y la tranquilidad pública”. Pero, en palabras de Manuel Torres Aguilar, “prohibir libros, periódicos y panfletos no hacía sino contribuir a aumentar el interés por los mismos”, de hecho los periódicos y folletos con propaganda revolucionaria circulan por Bilbao, Cataluña, Cádiz y el interior peninsular.

Durante la invasión napoleónica de España las Cortes de Cádiz proclamarán la libertad de imprenta (10 noviembre 1810) -dando lugar a la publicación de panfletos contra el regente José Bonaparte-. El primer Decreto por el que se derogaba la Inquisición Española data de hecho de 1813, pero será restaurada de nuevo bajo Fernando VII. No será hasta el 15 de julio de 1834, bajo la Regencia de María Cristina, cuando la institución censora sea eliminada definitivamente.

En el siglo XVIII el espíritu crítico se había vuelto cada vez más sospechoso. El número de autores franceses condenados fue aumentando a lo largo del mismo: Justine ou les Malheurs de la vertu del Marqués de Sade, todos los volúmenes del abate Antoine François Prevost, casi todas las obras de Jean.Jacques Rousseau y de Voltaire, las Lettres persanes de Montesquieu -que influirán en las Cartas Marruecas de Cadalso-, así como Jacques le fataliste y los Pensées philosophiques de Denis Diderot, etc.

Los escritores Leandro Fernández de Moratín – IH/3082/13- y Benito Jerónimo Feijoo -IH/2941/3-
Los escritores Leandro Fernández de Moratín – IH/3082/13- y Benito Jerónimo Feijoo -IH/2941/3-

 En cuanto a obras españolas -y siguiendo entre otros a Mª José Collantes de Terán de la Hera- se actúa contra autores como José Cadalso y Leandro Fernández de Moratín, afectando concretamente a sus obras: El buen militar a la violeta y las Noches lúgubres, ambas de José Cadalso, o El Arte de las putas de Moratín -obra que comienza con un verso de Ovidio, “contiene más de 400 proposiciones provocativas y es peor que el Ars Amandi para corromper las almas y dar por pie con toda la doctrina evangélica” (AHN, Inquisición Leg. 3736, caja 2, nº 91). Su manuscrito era leído en tertulias y mentideros, y pudo llegar a influir a Goya en sus Caprichos.

La colección de ensayos Teatro Crítico Universal del padre Benito Jerónimo Feijóo será igualmente expurgada. De la obra de Xavier Lariz de la Vega El Triunfo de la amistad y el amor más firme y tierno se dice -”obra epicúrea que propone buscar una vida de placer en las sensaciones y goces“(AHN, Inquisición, Leg. 4469, nº 28)-. De poemas eróticos como Perico y Juana se comenta: ”composición llena de obscenidades sobre vicios impíos relativos a las mujeres y a la fornicación” (AHN, Inquisición Leg. 4521, nº 9). Se prohíben también romances -como Los nombres de las señoras mujeres “por atribuirse a los nombres de los santos impuestos en el segundo bautismo vicios sospechosos a cada uno de ellos, y porque induce a las mujeres casadas a que violen la fidelidad conyugal” (AHN, Inquisición, Leg. 4493, nº 15)-, canciones de ciego, como Taranlarera Taranlará (AHN, Inquisición, Leg. 4459, nº 3)-, cartas, coplas, cuentos y “cierto tipo de representaciones teatrales” (Índice de 1790), como Lo que pasa en un torno de monjas, que se prohíbe “por ridiculizarse en él al estado religioso y a personas consagradas al Señor”, o las Cartas de Abelardo y Eloísa -prohibidas ya desde el Índice de Quiroga-.

V. El impacto inquisitorial sobre Literatura y Ciencia

En torno a la cuestión literaria existen dos opiniones histórico-filológicas opuestas: la corriente tradicional (Marcelino Menéndez y Pelayo) defiende que la influencia de la Inquisición no fue en demasía negativa: “Nunca se escribió más ni mejor en España que en los dos siglos de Oro de la Inquisición”. Por el contrario, la moderna (Américo Castro) postula que los españoles prácticamente dejaron de pensar y escribir por la coerción inquisitorial y la autocensura personal.

Marcelino Menéndez y Pelayo –Escultura sita en la BNE y obra de Lorenzo Coullaut Valera (1912)- y Americo Castro –Programa del Congreso Internacional celebrado en la BNE, 14-16 octubre, 2009-
Marcelino Menéndez y Pelayo –Escultura sita en la BNE y obra de Lorenzo Coullaut Valera (1912)- y Americo Castro –Programa del Congreso Internacional celebrado en la BNE, 14-16 octubre, 2009-

Basculando entre ambas posturas, Henry Kamen asegura que ni los Índices ni el sistema de censura llegaron a crear una maquinaria adecuada de control: La mayor parte de los libros prohibidos no llegaron a estar siquiera al alcance de los lectores peninsulares. Los Índices son buenos repertorios bibliográficos para conocer qué les hubiera gustado prohibir a los inquisidores, pero el impacto real sobre los lectores hispanos debió de ser mínimo: Eran demasiado voluminosos, enseguida quedaban obsoletos, y los libreros los criticaron con dureza siendo, a consecuencia, difíciles de conseguir en sus establecimientos. La literatura científica aplicada y la literatura de creación a la que tenían acceso los españoles no fueron incluidas en los Índices. Tampoco fueron prohibidos los libros de caballería los bestsellers de la época, aunque sí que fueron criticados, entre otros, por el cronista de Aragón Jerónimo Zurita. Por su parte, el hispanista francés Joseph Pérez opina que “no fue la creación literaria la que se vio afectada por la censura inquisitorial, sino la crítica en todas sus vertientes: social, política, anticlerical, filológica. La inquisición procuró deliberadamente que los intelectuales no se dedicaran a la crítica, y les obligó, por así decir, a consagrarse a temas puramente estéticos”.

El contenido de los últimos Índices revela un papel limitado y nimio de su influencia: Góngora tendrá pequeños roces con un censor (1627), llegando a afirmar que “más vale pasar por libertino que por hereje”. Cervantes verá mínimamente castigado su Quijote en sólo una línea del Capítulo 36: “las obras de caridad que se hacen tibia y floxamente no tienen mérito ni valen nada” (Índice de Zapata, Apéndice, 980). Y Quevedo verá prohibidas “varias obras que se intitulan y dicen ser suyas, impresas antes de 1631, hasta que por su verdadero autor y corregidas, se vuelvan a imprimir (Índice de Zapata, 399) El control sobre los libros y la censura eran sistemáticamente eludidos en todos los países europeos.

Por otro lado, se tiende a afirmar que el impacto en la ciencia fue indirecto. La contribución hispánica a la navegación, la Geografía, la Historia Natural y la Medicina fue muy valorada en el resto de Europa. Según Joseph Pérez “El retraso de España en el desarrollo científico se debe al hecho de haber descuidado la investigación básica en beneficio casi exclusivo de la investigación aplicada”. Los interesados en la materia científica habían de marchar a estudiar a Italia, pero a pesar de todo, los conocimientos tecnológicos continuaban fluyendo: Se traducían tratados extranjeros, el gobierno contrataba ingenieros foráneos y técnicos católicos emigraban a la península aportando sus conocimientos. Felipe II hubo de confiar en los conocimientos de italianos, belgas y alemanes, mientras la península permanecía al margen de las principales corrientes filosóficas y científicas. Ya a mediados del XVII los intelectuales hispanos se quejan de que la Inquisición obstaculiza el saber. A finales del mismo, alemanes, suizos, flamencos e ingleses eran ya los pioneros en la investigación científica y médica, pero también eran “auctores damnati” protestantes, y sus obras estaban por tanto prohibidas de forma preventiva hasta su pretendido expurgo, produciendo el consiguiente recelo anticientífico.

Hasta aquí nuestra incursión “digital” en los libros prohibidos por la Inquisición Hispana, deseando fervorosamente que el control de las ideas sólo retorne a nuestros días en forma de broma infinita de los Monty Python.

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Manuel Pérez Rodríguez

Biblioteca Digital Hispánica

Originalmente para el Blog de la BNE

Black is the new librarian

Taystee es una presa común que ejerce de marchosa bibliotecaria de la prisión de Litchfield (NYC), en la serie norteamericana Orange is the new Black (Netflix).

orangeAntes de ser encarcelada llegó a trabajar durante unos años ¿como auxiliar? en una biblioteca especializada en leyes, sin llegar a titularse. Es un personaje que da bastante juego, ya que viene cargada de perlas de animación a la lectura, intenta esquivar la prohibición -impuesta por el alcaide- de adquirir títulos eróticos y respeta sui generis la Decimal Dewey Classification a la hora colocar sus fondos.

Para más información: https://mrlibrarydude.wordpress.com/tag/orange-is-the-new-black/